POBLACIONES EUROPEAS BUSCAN REEMPLAZAR LA ILUMINACIÓN ELECTRICA POR BIOLÓGICA
Un recuerdo que siempre permanece en la mente de todos al crecer, es el hecho de poder ver en la noche las pequeñas luces que vuelan suave y mágicamente en los campos, un recuerdo que nos transporta a lo mas tierno de la niñez y despierta la curiosidad por entender como esos pequeños organismos pueden emitir luz y escudriñamos en lo más recóndito de nuestro creciente conocimiento.
Justamente, muy cerca a Paris, “la ciudad luz” a unos 50 kilómetros al suroccidente se encuentra la población de Rambouillet, una pequeña ciudad que comienza a exhibir una particularidad y es la luz azul que se encuentra en una habitación que hace parte del centro de vacunación contra el coronavirus y mucho más interesante es que dicha luz, con la que se observan los biológicos que se suministrarán a quienes quieren protegerse en plena pandemia, no está conectada a la red eléctrica y es autónoma, dicho proceso se conoce como bioluminiscencia.
La bioluminiscencia es un fenómeno muy extendido en el planeta, pero hasta ahora los estamos comenzando a entender y es producido por diversas reacciones químicas que ocurren en el cuerpo de un ser como las luciérnagas, los hongos y muchos peces sobre todo en lo profundo del mar y en esa oscuridad helada del fondo de nuestros océanos es donde se permite que el 76% de la fauna marina la produzca.
En el caso de las luciérnagas, éstas se agitan al buscar pareja y por ello los químicos de su abdomen entran en juego produciendo la luz que conocemos, otras especies como algunas clases de algas, brillan cuando el agua que las rodea se agita con fuerza.
Así muchas de las especies del océano que producen bioluminiscencias, su luz va desde el azul al verde, todo debido a la longitud de onda que entre mas corta sea, mas lejos se puede ver en el océano.
Lo que ocurre en la población de Rambouillet, es un proceso que acontece al recolectar una bacteria marina llamada Aliivibrio fischeri, esa bacteria es almacenada en tubos que contienen agua salada y así se permite que las bacterias circulen en una especie de acuario, y como la luz es generada por el proceso químico del metabolismo del, no necesita más energía necesaria que la habitual para producir el alimento que requiere.
Si el usuario, en este caso los científicos a cargo del proyecto quieren “apagar la luz”, pues simplemente quitan el suministro de oxigeno al organismo sin que esto implique su muerte, simplemente se empuja la bacteria a un estado anaeróbico en el que no hay bioluminiscencia.
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Sandra Rey es fundadora de la empresa francesa Glowee, y es la que está liderando el proceso de bioluminiscencia en Rambouillet y afirma con total convencimiento “Nuestro objetivo es cambiar la forma en que las ciudades usan la luz…, queremos crear un ambiente que respete mejor a los ciudadanos, el medioambiente y la biodiversidad e imponer esta nueva filosofía de la luz como una alternativa real”.
Desde que la humanidad se beneficia de la luz artificial con la invención de la primera bombilla eléctrica desde 1879, no se ha cambiado mucho la forma en la que la producimos y por esto la bioluminiscencia producida por las bacterias es una forma eficiente y sostenible que puede tal vez impulsarnos a cambiar la vida como la conocemos.